Texto de Emanuel San José Alegre sobre la Catedral de Santa María de León.
(primera parte)
"En la lontananza de los versos, en el transcurso del camino del peregrino, un majestuoso edificio se erige como reposo del alma, como divina luz para su contemplación. Un hombre perdido en las filigranas ascendentes de sus formas, elevando su alma hasta los cielos llenos de la clara virtud, que proclamaba el filosofo albergar, dirigiendo el ojo del anima hacia un mundo superior, que desdeña las efímeras verdades que contaminan el aire, que se despide de la fiebre de los bosques y de los mil misterios para contemplar la idea perfecta, que le conducirá a la eterna felicidad. Pero antes, orgulloso aceptara la invitación de los maestros arquitectos que imprimieron con sus sueños en cada sillar la ilusión y esperanzas de una sociedad más fuerte y unida a través de la contemplación del titan que sereno y firme alza sus pasos hacia la posteridad.
Titán imbatible que muestra como los hombres no son más que siervos para las ideas que viajan libres, recorriendo caminos y senderos, atravesando fronteras y jamás se detienen, y eso es lo que ocurrirá con el gótico y sus preceptos, los cuales nacerán para ser divulgados y compartidos, llegando desde Francia y siendo revelados al Maestro Enrique, que coronará con sus hábiles manos el trazado con los principios de un estilo floreciente e innovador, que albergará el espíritu luchador de los hombres, que anhelan su libertad.
Pero ¿cómo, oh tu peregrino, vas a obviar las figuras que con piedad contemplan al caminante que recorre con paso quedo tus calles, como olvidar la figura desfallecida que aguardaba entre sus arcos la paz llegar?
Y es que es imposible no admirar la grácil talla de las figuras que ornamentan sus
fachadas para acoger a aquellos que en el camino hacia si mismos se paran a descansar, exhaustos de apartar las formas sin vida que usurpan las calles y condenan a las ideas a perecer en las desoladoras luces de una noche de invierno. Figuras cuya humanizada sonrisa fueron liberadas por el escultor situándolas en el exterior, para ser contempladas y admiradas por todo aquel que dejará sus pasos al amparo del azar, cuya alma quedará abandonada a las mil calles castellanas (...).
Una de mis catedrales favoritas, sin duda. Y el texto, bello.
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